lunes, 27 de septiembre de 2010

Para Ana Kiro, in memoriam

Contigo, la banda sonora de mi infancia ya se ha quedado huérfana por completo.
Sobre las nubes, romería y mariachi al alimón.


SANTIAGO ROMERO | A CORUÑA María Dolores Casanova, que con el tiempo se llamaría Ana Kiro, recorrió con pasaje de ida y vuelta la epopeya emigrante de los 60, que emergía cada agosto de las metalurgias de Bilbao y las fábricas textiles de Barcelona para reencontrar su identidad en las romerías y verbenas gallegas. Y se convirtió en su leyenda. Ella, que era entonces una de las artistas modernas del todopoderoso sello Belter -con la eurovisiva Salomé, Rocío Dúrcal o Los 3 sudamericanos- demostró en 1974 a la industria discográfica que cantando en gallego se podía conseguir un disco de oro. Belter se opuso en 1974 a que grabase parte de sus temas en gallego, incluida la célebre Galicia Terra Meiga. "Decían que era poco comercial, pero yo luché -contó en más de una ocasión Ana Kiro-; al final, se forraron. En gallego. Vendieron más de 100.000 copias, que entonces era algo prodigioso".

Ana Kiro despidió años en Méjico cantando Lonxe da miña terra para un público que lloraba a moco tendido y sólo ella fue capaz de meter en aquellos años de piedra a casi 20.000 gallegos un 25 de julio en un parque de la industriosa Castelldefels. Eran romerías salpicadas de música y picardía que terminaban invariablemente en su camerino con un desfile de gentes con la misma pregunta que ella respondía también invariablemente: " Galicia? mejor, pero muy mal de trabajo".

Esta cantante que actuó diez veces seguidas en aquellas Galas del sábado de TVE en 1969 -que presentaban unos estelares Laura Valenzuela y Joaquín Prat que los televidentes seguían en sus hogares vestidos de domingo-, vio con tristeza en alguna ocasión como su figura fue menospreciada por acusaciones de populismo y chabacanería. A pesar de dejar tras de sí una estela difícil de emular tras retirarse del mundo de la canción en 1998: 32 elepés, centenares de conciertos, innumerables programas en TVG y un papel de actriz protagonista en la serie A miña sogra e mais eu.

Ana Kiro deja sobre todo cerca de 300 canciones que se conocen de memoria en todas las aldeas de Galicia. "Quizás yo no sea aceptada por la gente de una? llamémosle jet gallega, si es que hay tal cosa. Posiblemente, no", solía decir.

A María Dolores se la llevaron de Galicia a la Costa Brava catalana con sólo 19 meses. Corrían los años más crudos de la posguerra -1943-, cuando un bollo de pan como el que sus padres llevaron de su Arzúa natal como único alimento para el largo viaje les servía de noche como almohada en cualquier banco de Barcelona. Tras un paréntesis en Cedeira, de los 9 a los 14 años, regresó a Cataluña, esta vez a la casa cuartel de la Guardia Civil en el Paralelo barcelonés. Un lugar poco incidado en aquella fechas para cultivar un temperamento artístico. "Desde los 3 años -recordaba- yo era la que en las fiestas me subía a la mesa y cantaba, contaba chistes y hacía las de dios. Pero nadie me apoyó, ni tuve estudio musical alguno. Sólo vocación".

En la Barcelona de los 60 que vibraba con Las marionetas en la cuerda De Sandie Shaw y Aquel tiempo tan feliz de Capri y San Remo, una adolescente María Dolores que trabajaba en una hilatura de calcetines intentó hacerse un hueco en uno de aquellos trampolines radiofónicos a la fama. Con tan mala suerte, que su padre , de guardia en el cuartel, sintonizó la emisora cuando presentaban a su hija cantante. "Cuando llegué a casa, me puso a caldo. Y lo tuve que dejar hasta que me casé, con sólo 19 años, y me apoyé en mi marido", confesaba Ana Kiro.

Este sustento duraría sólo un año, el tiempo justo para que naciera una niña y para que María Dolores comprendiera que su marido, empleado en Pegaso, no se tomaba en serio el matrimonio. "Yo empecé a cantar profesionalmente en 1965, a los 23 años, porque las cosas no iban bien y sabía que tenía que labrarme un futuro para poder separarme de mi marido". Fue un escándalo mayúsculo. Entonces no existía aún el divorcio, sino tan sólo la separación, que era un verdadero estigma social. Y mucho más para la hija de un guardia civil. Su madre se lo dejó claro con estas palabras: "Te prefiero muerta antes que separada". Pero no contaba con que su hija tenía una personalidad de acero. Aguantó con un valor difícil de pedirse incluso a mujeres entonces convencidas de un incipiente feminismo con el que la rebelde Ana Kiro asegura que nunca llegó a comulgar. "Me volví a casar en 1983, después de pensármelo mucho y me ha encantado entregar las riendas de mi vida a mi marido. Carlos sabe llevarlas, mi primer marido no sabía. Ese es el problema, y no tiene nada que ver con el feminismo", decía la cantante.

Aún así, esta mujer menuda pero acostumbrada a tener la sartén por el mango, asumió lo que entonces sólo estaba reservado a los hombres. Una tournée con el archipopular José Guardiola de aquel celebérrimo Dí papá y sus actuaciones en el Teatro Victoria de Barcelona con Mary Santpere la catapultaron al éxito.

María Dolores, que adoptó al principio de su carrera el nombre de Ana María Quiroga, se convirtió en Ana Kiro en 1967, durante un festival dedicado al fútbol español, en el que ella representaba al Pontevedra FC (aquel indomable equipo que popularizó el hai que roelo en Primera división). El padre de la cantante Sonia Bruno -que se apellidaba en realidad Aramburu-, esposa del futbolista Pirri, la convenció de que Quiroga "sonaba demasiado flamenco para interpretar Pontevedra twist; lo dejó en Ana Kiro, que a mí me sonaba a japonés, pero moderno sí que era".

En 1980, la musa de la emigración se instaló para siempre en un chalet de Mera, frente a la bahía de A Coruña.

Allí conoció a Carlos Ribero, con el que se casaría tres años más tarde, que regentaba el Mesón del labrador. En las noches solitarias que seguían a sus multitudinarias romerías, Carlos le preparaba un suculento rape a la vez que la enamoraba. "Me ganó por el estómago", bromeaba Ana Kiro.

La popularidad de Ana Kiro tuvo por supuesto sus pretendientes políticos, entre ellos el ex presidente gallego Manuel Fraga, al que la cantante siempre dijo admirar, aunque guardando las distancias, lo que le produjo algún reproche por no asistir a alguna que otra romería del PP en Monte Faro. "Yo sola he reunido a más gente", les respondía esta mujer de armas tomar, que sólo se sentía verdaderamente cómoda entre los suyos: la gente del pueblo.

No hay comentarios: